Cuando me enteré de su elección, hace casi ocho años, se me saltaron
las lágrimas de alegría. Cuando leí su renuncia también me vinieron lágrimas a
los ojos. No de tristeza precisamente. Me cuesta definir de qué, tal vez de
cariño, de comprensión, de empatía. Tengo unos meses dream-trading.mx/iq-option-mexico-forex-trading-platform más que él… y comprendo.
He titulado estas líneas con un “mi”. Porque no soy vaticanista, ni
intelectual, ni cosa parecida, no pretendo elucubrar sobre el tema. Estas
sencillas reflexiones son más bien un deber de agradecimiento por la suerte que
he tenido de alimentarme de sus enseñanzas durante tantos años…
La declaración

Normal y sincero es también el texto de su declaración. Ya habrá
quienes especulen sobre motivaciones ocultas, desengaños, enfrentamientos solapados…
Nunca ha sido su estilo tirar la toalla ante dificultades o incomprensiones.
Siempre ha sabido hacer frente. Aquí, confiesa sencillamente “falta de
fuerzas”, “vigor que en los últimos meses ha disminuido en mí de tal forma que
he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me ha sido
encomendado”. Tiene la mente lúcida, pero un Papa hoy tiene que moverse mucho,
tener jornadas agotadoras…y eso desgasta mucho.
Me ha gustado el estilo sencillo de la declaración, muy medida para ajustarse
al derecho canónico vigente. Y aunque http://dream-trading.mx/iq-option-mexico-forex-trading-platform toma una decisión distinta de su
predecesor, hace una delicada alusión a él diciendo que ese ministerio, por su naturaleza
espiritual puede ser llevado “en no
menor grado sufriendo y rezando”… Pero él, en conciencia, ha tomado otro
camino. Da gracias y “pido perdón por todos mis defectos”.
Una idea clave
Descubrí, o mejor descubrimos mi amigo el padre Mario González-Simancas
y yo, a Joseph Ratzinger, allá a finales de los años 60. Nos impresionaron su
claridad y su visión de la vida del mundo y de la Iglesia. Conservo este
párrafo suyo de 1968, que he utilizado con mucha frecuencia pues me pareció
profético:
“El porvenir de la Iglesia no puede venir y no vendrá más que de
aquellos que tienen profundas raíces y viven en plenitud su fe. No puede venir
de aquellos que no saben vivir más que en el instante. Tampoco vendrá de los
que critican a los demás y se consideran como la norma de la infalibilidad, ni
de los que escogen caminos fáciles y evitan el de la Pasión, el de la Fe, de
los que bautizan la mentira y los vejestorios...
El
porvenir de la Iglesia, una vez más, llevará la marca de sus santos: es decir de aquellos hombres que encuentran
un sentido detrás de las frases, y por eso mismo son modernos. De aquellos
hombres capaces de ver con más acuidad porque su vida abarca espacios más amplios.
Esta muerte a sí mismo que libera al hombre, sólo se adquiere en la paciencia
de las pequeñas renuncias de cada día.”
Desde entonces le fui siguiendo, leyendo sus escritos (todos no, ¡imposible!),
analizando su trabajo en la Congregación de la Doctrina de la Fe (¡qué
maravilla de sensatez y ponderación sus dos escritos sobre la teología de la
liberación!). Siempre me pareció ver, como en filigrana, en todos sus escritos
y actuaciones, estas líneas que acabo de citar.
Benedicto XVI
Y mi perplejidad al ver las reacciones tan negativas de cierta prensa y hasta de “fieles” cristianos. Llego a casa
y me dicen: ‘¡Sabemos poco de el!’ Fui a mi despacho y les llevé siete u ocho
libros suyos, entre ellos su autobiografía. Todos con subrayados a lápiz. Lo
siento, pero tengo esa mala costumbre…: `¡Ahí tenéis, una maravilla!’ Peor lo pasé al día siguiente al final de una
oración con jóvenes. Uno me dice: - “¡Qué desastre de Papa han elegido!” Le
pregunté por qué: - “¡Un inquisidor! Va
a echar abajo todo lo de Juan Pablo II…” Y toda la retahíla de pinceladas negativas con que la “gran prensa”
había ido elaborando el retrato-robot de un ficticio Ratzinger. Sin olvidar lo
de “panzercardinal”, un peligroso tanque que nos iba a arrollar. No sirvió para
nada decirles que yo lo conocía, que era sencillo, cercano, dialogante. Los
prejuicios suelen resultar más fuertes que las razones.
Pedí el salón de actos del Colegio. Anuncié una charla sobre el tema. Hubo
lleno. No quise que fuera una simple apología de Benedicto XVI, sino una visión
más amplia. De fe y confianza en el Espíritu Santo que anima a la Iglesia. Por
eso puse por título “El Papa. Consideraciones, desde la fe, sobre el paso de un
Papa a otro”. Quise mostrar que en este
siglo XX, nada fácil, siempre había aparecido el Papa que se necesitaba; y que
el Espíritu Santo, alma de la Iglesia, “funciona”.
Han pasado ocho años
Siempre he seguido los Papas de mi vida. A este mucho más. Leyendo todo
lo que decía. “¡Qué pontificado!”, me escribía mi amigo Mario, poco antes de su
muerte. Efectivamente, en poco tiempo ha enderezado muchas cosas. Decían: ‘No
se ganará a los jóvenes’. Y se los ganó en las tres JMJ en las que ha
participado. Muchos de sus viajes fueron difíciles –Chequia, Tierra Santa,
Reino Unido, Alemania…–. Profetizaron un fracaso, pero al final sus palabras,
en todas esos lugares, han sido proféticas. Una maravilla. En las audiencias
semanales ha llegado a tener más personas que su predecesor... Ha sido muy
claro y muy firme corrigiendo los abusos en la Iglesia. “El barrendero de
Dios”, le han llamado. Pocos teólogos contemporáneos han sabido poner en
circulación armónica fe, verdad, razón, libertad, caridad. Y un lago etcétera.

Y ya que salió esa palabra ¡cuánta mezquindad se ha utilizado contra
él! Y no me refiero solo al mayordomo. Sino a esos pequeños alfilerazos sutilmente
desprestigiadores desde ambientes católicos. Pues ¡cuántas veces he tenido que
explicar que sus ‘famosos’ zapatos de Prada no eran de Prada! Sino algo más
sencillo y entrañable. Y la mezquindad de aquel artículo, en revista católica,
digno del hijo fiel del Evangelio, escandalizado de que a los hijos pródigos
del anglicanismo se les facilitara un régimen especial; y diciendo que antes
habría que ponerlos en cuarentena por el peligro de llenar la Iglesia de ¡conservadores!
No me imagino al Padre esperando cuarenta días para matar el ternero cebado. Y
ese otro artículo que señalaba que en las JMJ de Madrid, en la noche de la
tormenta, después del maravilloso silencio al aparecer el Santísimo, el Papa
tuvo el fallo de no decir: “Ahora ¡a hacer una colecta para el cuerno de África!”.
Utopía fuera de lugar. Y peor aún esa fundación, cuyo nombre y directivo
prefiero olvidar, -yo la llamaría “Fundación de los 30 monedas”- que cada año
premia, en nombre de la libertad, a quien se ha enfrentado al Papa y las
enseñanzas de la Iglesia… Ha habido
mucha mezquindad con Benedicto XVI. Él ya previó que los lobos aullarían y
pidió oraciones; han aullado, pero él ha seguido su camino impertérrito. Podría
añadir más detalles. ¿No hay en todo eso lo que Julián Marías llamaba “rencor
contra la excelencia”?
Sí, excelencia… y sencillez

Al terminar la peregrinación papal a Tierra santa, Shimon Peres afirmó
ante los periodistas:
“(Benedicto XVI)
ha afrontado las cuestiones más serias de nuestro tiempo. El mundo necesita un
gran líder espiritual. Y el Papa tiene ese liderazgo moral y de pensamiento. El
problema para ustedes, periodistas, es que no ha sido un viaje para las páginas
de los periódicos, ha sido un viaje para los libros de Historia”.
O las palabras de David Cameron al despedirle de su visita al Reino
Unido el 18 de septiembre de 2010: “Gracias por habernos hecho sentar y
pensar”. Sí, les hizo pensar. ¡Qué maravilla de concisión y claridad su
discurso en Westminster Hall, ante los más relevantes políticos y las dos
Cámaras reunidas! Apeló, ante creyentes y agnósticos, a la razón y a la ley
natural.
Y en Alemania…, pero no quiero citar más. Sus “lecciones” -es un
maestro- han sido precisas, claras y
profundas. Incluso en los libros-entrevista, ¡qué delicia de sencillez y
espontaneidad su conversación con Peter Seewald!
Un legado
Este pontificado, breve pero intenso, ha preparado un buen camino para
su sucesor. Seriedad y claridad en la Iglesia: ante la pederastia o lo negativo,
tolerancia cero. Una prioridad: la santidad. Además un regalo inmenso de cuyo
alcance pocos se dan cuenta: los tres libros sobre “Jesús de Nazaret”. Con su
categoría de teólogo y la discreta cobertura de Pontífice, nos ha dicho que el
Jesús de nuestra fe es el Jesús histórico. Ante un sutil semi-racionalismo infiltrado
hoy ha sido claro y rotundo:
“Si Dios no tiene poder también
sobre la materia, entonces no es Dios”.
Queridos amigos, os invito a volver a leer la cita con qué he comenzado
esta ocurrencia. ¿No refleja lo que ha hecho este gran Papa? ¡Gracias,
Benedicto XVI!
Y de paso, ¡bienvenido sea su sucesor! Puede contar totalmente con la
fidelidad, el cariño y la oración de este marianista ya anciano que ha visto
cómo el Espíritu Santo ha hecho maravillas con los sucesivos Papas de su vida.¡Gracias,
Señor!
José
María Salaverri sm, 15 de febrero de 2013