jueves, 24 de enero de 2013

SANTIDAD Y PRESENCIA

A propósito de una biografía del cardenal Lustiger

Una vida apasionante que pocos españoles conocen. Aunque se han traducido y publicado bastantes de sus escritos, solo “La elección de Dios”, publicada en 1989 por Planeta, descorrió un poco el velo de su vida. Nacido en París en 1926, hijo de unos emigrantes polacos judíos, Arón Lustiger, se bautiza católico a los 14 años en 1940, a pesar de la oposición de sus padres. Añade a su nombre Jean Marie, dos patronos también judíos. “No soy un judío convertido, dirá, sino un judío bautizado”, para señalar que sigue siendo judío, incluso cuando entra en el seminario y es ordenado sacerdote en 1954. Capellán católico en el “Centro Rchelieu”, que es la parroquia universitaria de la Sorbona, ejerce un apostolado arrollador entre los jóvenes universitarios hasta 1969, en que es nombrado párroco de Santa Juana de Chantal, una parroquia bastante tradicional parisina, en la que también dejará su huella.

El cardenal profeta
No pretendo contar punto por punto la biografía del Cardenal. Merecería la pena que se tradujese al español la recién escrita por Henri Tincq, “Jean-Marie Lustiger. Le cardinal prophète.”, y publicada por Grasset. Quiero destacar sobre todo el revolcón que ha supuesto para la Iglesia en Francia su trayectoria episcopal, breve en Orleáns, y luego como arzobispo de París. Fue una apuesta de Juan Pablo II, fino descubridor de personalidades. Cuando a fines de 1978, Juan Pablo II quiere nombrarlo obispo de Orleáns, se cree en el deber de exponer al Papa su procedencia judía, y decirle que corría “un riesgo” al nombrarle obispo. Evidentemente el Papa sabía muy bien lo que hacía. También cuando, poco después, en enero 1981, lo nombra nada menos que arzobispo de París, a pesar del parecer en contra de su predecesor. Juan Pablo II guardará toda su vida relaciones privilegiadas con él. Son dos personalidades hechas para entenderse. Dos personas que quieren sacudir los complejos de la Iglesia y hacerla presente al mundo.

Lustiger no está de acuerdo con una cierta espiritualidad de “enfouissement”, llevada a cabo en Francia durante los años posteriores a la II guerra mundial. ¿Cómo traducir esta palabrita? “Metida en la tierra”, escondida silenciosamente en el mundo, sin hacer ruido, pero trabajando desde la humildad… Con el peligro, sin darse cuenta, de contagio de ese “mundo” que se pretende evangelizar. Nada de trato con la política: no sea que digan que estamos atados a ella. Como Juan Pablo II, Jean-Marie Lustiger, carácter fuerte y decidido, da un puñetazo en la mesa (simbólico, claro) y dice que hay que salir a gritar el Evangelio por los tejados.

Durante su primera visita a Francia en junio 1980, Juan Pablo II lanzó un fuerte desafío: “Francia, hija primogénita de la Iglesia, ¿qué has hecho de tu bautismo? ¿Qué ha hecho de la herencia de tus mártires?” Palabras que continuarán resonando fuerte en la conciencia católica francesa. Juan María Lustigier está entonces estrenando obispado en Orleáns. Su predecesor había sido progresista y polémico con tomas de posición más que discutibles. Lustigier es claro en una conferencia de prensa: “La Iglesia es ahora minoritaria en el mundo. No tiene la pretensión de conquistarlo. Pero tampoco está dispuesta a dejarse invadir por él”.  Por lo tanto fidelidad a su dogma y su moral, y por lo tanto espiritualidad fuerte, santidad; pero al mismo tiempo quiere estar presente sin complejos en este mundo para dar su parecer ante la actualidad.

Un arzobispo de primera línea
En París sus prioridades van a ser: la parroquia bien enraizada en su barrio, una liturgia viva y bella, una catequesis fiel y cercana; una formación seria de los seglares, una confrontación respetuosa con el ateismo, los marginados, la comunicación, la cultura, el arte… La Iglesia tiene que ser visible, dejarse oír en los “medios”, estar presente en los debates… Se duele de que una diócesis como París no tenga su propio seminario y tenga que enviar sus pocos candidatos fuera. A pesar de oposiciones y reticencias, abrirá su propio seminario, caracterizado por una espiritualidad profunda, pero a la vez cercanía al mundo de la gran ciudad a donde van a ser enviados. Quiere sacerdotes sabios y santos, presentes en el mundo, dialogantes, pero sin ser del mundo y de sus modas. Aumentarán las vocaciones.

Y toda una serie de realizaciones desde Radio Notre Dame y KTO televisión hasta una “escuela de responsables” para seglares que realizarán algunos servicios de Iglesia… Restaura el Colegio de los Bernardinos… Con frecuencia se topa con hábitos arraigados, con reticencias, con oposiciones más o menos veladas. Con frecuencia le toca cortar por lo sano. Con las autoridades civiles pide audiencia para dar su parecer. Lo reciben Chirac y Miterrand, mejor acogido por el segundo que por el primero. Sabe lo que tiene que decir. Cuando un proyecto de ley quiere que los profesores de las escuelas católicas subvencionadas sean controlados por el Estado, una inmensa manifestación tumba el proyecto. Sus relaciones con ateos, musulmanes y judíos son cordiales y cercanas, pero claras. Para las Jornadas Mundiales de la Juventud de 1997 en París consigue la colaboración cordial de los medios laicos: serán un éxito. Imposible resumir una vida tan intensa.

Una huella que dura
En 2005, está enfermo, el Papa acepta su dimisión y nombra como sucesor a André Vingt-Trois, su más fiel colaborador, que los obispos franceses la elegirán presidente de la Conferencia episcopal. Cosa que nunca hicieron con Lustiger. Todo un síntoma del cambio de mentalidad que ha conseguido contagiar. Santidad y presencia.
El 5 de agosto de 2007 muere Arón Jean-Marie Lustigier. Hijo de las dos Alianzas, pidió un doble funeral, judío y católico. Así se hizo. El adiós judío delante de la catedral de Notre Dame y luego dentro la eucaristía. Una personalidad singular, hombre de fe, apasionado de evangelización, su vida y sobre todo sus 24 años de arzobispo han dejado huella en París y en Francia. Un retrato donde mirarse para este Año de la fe.

 José María Salaverri sm, 14 de enero de 2013