domingo, 23 de septiembre de 2012

BENEDICTO XVI EN EL LÍBANO


Este Benedicto XVI no deja de sorprendernos. Y sin embargo las sorpresas son tantas que ya casi ni nos llaman la atención. Porque con él lo sorpresivo se está convirtiendo en lo habitual, lo normal.


Éste del Líbano ha sido el viaje internacional 24 de su pontificado, con unos programas cargados que este anciano de 86 años ha aguantado tranquilamente.
“Vengo al Líbano como un peregrino de la paz, como un amigo de Dios y como un amigo de los hombres”.

Se pensó que no conectaría con los jóvenes como lo hacía su predecesor, pero siempre se los gana, con su sencillez y cercanía. Con otro estilo, con su propio estilo, pero se los gana. También a los del Líbano, cristianos y musulmanes. A estos últimos les dijo:
“Vosotros sois junto con los jóvenes cristianos el futuro de este maravilloso país”
“Ha llegado la hora de que musulmanes y cristianos se unan para poner fin a la violencia y a la guerra.”

Y no es que halague a sus interlocutores. Les dice con claridad lo que toca decir, en tono tranquilo y natural, lo que él considera ser la verdad que se necesita. Y apela a la responsabilidad de quienes lo escuchan. ¿Le harán caso? Por lo menos le respetan.
“El mal, el demonio, pasa por la libertad humana, por el uso de nuestra libertad. Busca un aliado, el hombre. El mal necesita de él para desarrollarse. Así, habiendo trasgredido el primer mandamiento, el amor de Dios, trata de pervertir el segundo, el amor al prójimo. Con él, el amor al prójimo desaparece en beneficio de la mentira y de la envidia, del odio y de la muerte.”

A un país compuesto por ciudadanos tan diversos, en raza y religión, no ha dejado de recordarles lo esencial, “la armonía de vivir juntos”:
“Un país es rico, ante todo, por las personas que viven en su seno. Su futuro depende de cada una de ellas y de su conjunto, y de su capacidad de comprometerse por la paz. Este compromiso solo será posible en una sociedad unida”.
¡Cómo no acordarse de nuestra España al leer esto!

Se dijo que era muy valiente al emprender la visita al Líbano, sobre todo viendo cómo arde la vecina Siria. Le sugirieron cancelar el viaje; se negó. Estoy convencido de que no se considera valiente. Le parece normal ir en los momentos difíciles a donde haga falta. Sabe que se expone, pero que sea lo que el Señor quiera. En su paso entre la multitud el papamóvil iba con los cristales bajados.
“No se puede consentir que el mal triunfe por la pasividad de los hombres de bien”.
 Lo ha dicho en el Líbano, pero dando ejemplo, lo ha practicado.

Su mensaje es religioso y humano, no político, aunque lógicamente, pueda incidir en la acción política concreta: la mayor parte de sus viajes han sido calificados de difíciles por las circunstancias, pero al final de todos ha habido que reconocer que han sido un éxito. Y este llegó a ser calificado como el más difícil de todos. Ha sido un éxito.
Al despedirse recordó que el Líbano había declarado la Anunciación como fiesta para todo el país, ya que, tanto musulmanes como cristianos veneran a María.
“Ella es el modelo seguro para avanzar con esperanza por el camino de un fraternidad vivida y auténtica”.
A Ella se ha encomendado.
En el Líbano, Benedicto XVI ha dicho lo que los políticos no se atreven a decir. Ha sembrado palabras de paz y de amor. Ha apostado por la lenta eficacia del amor.

José María Salaverri sm

martes, 18 de septiembre de 2012

EL CHICO DE LOS 5 PANES

Confieso que le tengo una gran simpatía al chico que da al apóstol Andrés cinco panes de cebada y dos peces. En parte me gusta porque tocó por casualidad (¿?) ese evangelio el día del traslado de los restos del ahora venerable Faustino a la capilla de su Colegio al iniciar su proceso de beatificación. Faustino, como el chaval, dio todo lo poco que tenía.

Desde entonces he ido poco a poco descubriendo cosas en el relato. Me encanta el detalle de que el pan era de “cebada”, lo que da un gran realismo al milagro que nos cuenta san Juan. Me encantaría conocer el nombre del chico, saber quién era, qué fue de él después de su colaboración discreta saciando el hambre de tanta gente. Espero encontrarlo en el cielo y conocer detalles.

Pero de momento su actuación me parece que nos da una gran lección para nuestra vida cristiana, y sobre para nuestro apostolado. Más aún en este momento en que la nueva evangelización nos pide mucho y nos sentimos tan desvalidos ante sus exigencias. La resumo: hay que hacer las cosas no sólo por el Señor, sino con el Señor. Algo que se nos escapa muchas veces -por lo menos a mí- a los que trabajamos a su servicio.

Me imagino al chaval con 15-16 años. Ha seguido a Jesús encandilado con las cosas que dice. Es un buen israelita que sabe que hay que amar a Dios y al prójimo. Ha llevado su almuerzo. Empieza la gente a tener hambre. Hubiera podido mostrar su generosidad para con Dios y los demás compartiendo sus panes y peces con los más cercanos. Hubieran comido además de él otras cuatro personas -a pan cada una- y a un trozo de pescado para los cinco. ¡Qué bonito! Y los invitados por él le hubiera cubierto de elogios: “¡Qué chico más bueno!” “¡Es un muchacho excelente!”.¡Qué contento se hubiera puesto con todo eso! Sí ¡magnifico!

Las cosas no fueron por ahí. El apóstol Andrés anda indagando si alguien tiene algo que comer, pues el Maestro está preocupado. Sin pensarlo dos veces le da su saquito con todos los cinco panes (de cebada) y los dos peces. Cambian las cosas. En vez de ser protagonista de su posible buena acción, con su generosidad con Jesús, pasa a ser instrumento oculto de algo que hubiera hecho él, pero supermultiplicado. Lo ha hecho de algún modo con Jesús. Ha pasado de hacer una cosa buena por Jesús a hacer una maravilla con Jesús o Jesús con él. Da lo mismo. De cinco comensales pasan a miles gracias a un muchachito anónimo que ha dado todo lo poco que tenía. Para colmo ni siquiera le van a dar las gracias. El evangelio dice que la muchedumbre, agradecida,  aclama a Jesús que se escabulle para que no le hagan rey. A nadie se le ocurre dar las gracias al chaval de los cinco panes ¡de cebada! y los dos peces. Es posible que algunos compañeros felicitaran a Andrés por haber encontrado la materia prima del milagro. La prueba de lo que digo es que Marcos, Mateo y Lucas, en sus relatos recuerdan perfectamente lo de los cinco panes y dos peces, pero no recuerdan para nada al muchachito, ni el detalle de que los panes fueran ‘de cebada’. Sólo Juan, que en muchas partes de su evangelio es un detallista, nos ha regalado esos dos datos. ¡Gracias, Juan!

Pero además el bueno del chico nos ha dado una lección. Como buenos cristianos sabemos que es estupendo hacer cosas por Jesús  ¿no le ofrecemos cada mañana lo que vamos a hacer durante el día? Incluso yo añadiría que es estupendo hacer cosas simplemente por el prójimo. Por bondad de corazón. Es estupendo que haya gente buena, -más de la que nos creemos-, incluso no creyente, que se preocupa por los demás. Hacen un mundo mejor. Pero ¿qué pasaría si esas cosas además las hiciéramos con Jesús? Haciéndolas sintiéndonos no protagonistas (¡nos gusta tanto “quedar bien”!), sino meros instrumentos (aunque quedemos anónimos como el chaval) en manos del Señor ¿no se multiplicaría su eficacia? El Cottolengo y la obra de Teresa de Calcuta, entre otras obras, consiguen más que muchas ONGs… ¿No será por eso? Recordemos: no sólo ‘por’, sino ‘con’. Como el chaval de san Juan.

José María Salaverri sm