Este Benedicto XVI no deja de sorprendernos. Y sin embargo las
sorpresas son tantas que ya casi ni nos llaman la atención. Porque con él lo
sorpresivo se está convirtiendo en lo habitual, lo normal.
Éste del Líbano ha sido el viaje internacional 24 de su pontificado,
con unos programas cargados que este anciano de 86 años ha aguantado
tranquilamente.
“Vengo al Líbano como un peregrino de la paz, como un
amigo de Dios y como un amigo de los hombres”.
Se pensó que no conectaría con los jóvenes como lo hacía su predecesor,
pero siempre se los gana, con su sencillez y cercanía. Con otro estilo, con su
propio estilo, pero se los gana. También a los del Líbano, cristianos y
musulmanes. A estos últimos les dijo:
“Vosotros sois junto con los jóvenes cristianos el futuro
de este maravilloso país”
“Ha llegado la hora de que musulmanes y cristianos se
unan para poner fin a la violencia y a la guerra.”
Y no es que halague a sus interlocutores. Les dice con claridad lo que
toca decir, en tono tranquilo y natural, lo que él considera ser la verdad que
se necesita. Y apela a la responsabilidad de quienes lo escuchan. ¿Le harán
caso? Por lo menos le respetan.
“El mal, el demonio, pasa por la libertad humana, por
el uso de nuestra libertad. Busca un aliado, el hombre. El mal necesita de él
para desarrollarse. Así, habiendo trasgredido el primer mandamiento, el amor de
Dios, trata de pervertir el segundo, el amor al prójimo. Con él, el amor al
prójimo desaparece en beneficio de la mentira y de la envidia, del odio y de la
muerte.”
A un país compuesto por ciudadanos tan diversos, en raza y religión, no
ha dejado de recordarles lo esencial, “la armonía de vivir juntos”:
“Un país es rico, ante todo, por las personas que
viven en su seno. Su futuro depende de cada una de ellas y de su conjunto, y de
su capacidad de comprometerse por la paz. Este compromiso solo será posible en
una sociedad unida”.
¡Cómo no acordarse de nuestra España al leer esto!
Se dijo que era muy valiente al emprender la visita al Líbano, sobre
todo viendo cómo arde la vecina Siria. Le sugirieron cancelar el viaje; se
negó. Estoy convencido de que no se considera valiente. Le parece normal ir en
los momentos difíciles a donde haga falta. Sabe que se expone, pero que sea lo que
el Señor quiera. En su paso entre la multitud el papamóvil iba con los
cristales bajados.
“No se puede consentir que el mal triunfe por la
pasividad de los hombres de bien”.
Lo ha dicho en el Líbano, pero
dando ejemplo, lo ha practicado.
Su mensaje es religioso y humano, no político, aunque lógicamente,
pueda incidir en la acción política concreta: la mayor parte de sus viajes han
sido calificados de difíciles por las circunstancias, pero al final de todos ha
habido que reconocer que han sido un éxito. Y este llegó a ser calificado como
el más difícil de todos. Ha sido un éxito.
Al despedirse recordó que el Líbano había declarado la Anunciación como
fiesta para todo el país, ya que, tanto musulmanes como cristianos veneran a
María.
“Ella es el modelo seguro para avanzar con esperanza
por el camino de un fraternidad vivida y auténtica”.
A Ella se ha encomendado.
En el Líbano, Benedicto XVI ha dicho lo que los políticos no se atreven
a decir. Ha sembrado palabras de paz y de amor. Ha apostado por la lenta
eficacia del amor.
José María Salaverri sm