“El destino último…”
¿Se nos ha olvidado? Ese es el parecer del papa Benedicto XVI en su mensaje de cuaresma. Nos invita a fijarnos en los hermanos, en los demás. Porque somos responsables de algún modo de ellos. “Fijarse” es decir conocerlos lo mejor posible, sus necesidades para procurar aliviarlas, sus cosas buenas para alegrarnos y dar gracias por ellas… Salir de nuestro egoísmo y de nuestras preocupaciones.
Pero, a su parecer, nuestro tiempo ha olvidado algo muy importante: la ‘salvación eterna’.
“El fijarse en el hermano comprende la solicitud por su bien espiritual (…) por su salud corporal, pero también por la de su alma, por su destino último.”.
Nos recuerda que en este aspecto algo podemos hacer por ellos a través de la “corrección fraterna”. Algo también olvidado, con la justificación de que “no quiero entrometerme en su intimidad”. Evidentemente hay que hacer una cosa así con discreción, con cariño, con oportunidad…y desde luego con oración.
Por cierto que cuando, leyendo el periódico, llego a las esquelas hago caso a lo que suelen pedir “Ruegan una oración por su alma”: la hago muy breve, por todos, con un recuerdo ante el Señor. Y si la esquela resulta sin cruz y sin esa petición, el doble de oración.
La suerte de ser imperfectos
¿Por qué, según estudios sociológicos, hoy nos sentimos menos felices que la gente de hace 50 años? Estoy convencido que, en gran parte, es por haber olvidado nuestro “destino eterno”. Olvidado que nuestra vida no se acaba con la muerte, sino que se transforma. También por haber confundido felicidad con bienestar y con calidad de vida. Se puede ser feliz siendo limitado y hasta sufriendo.
No hace mucho, leía una entrevista a Rita Levi-Montalcini, neurocirujana, premio Nóbel por sus investigaciones sobre el cerebro Es judía, no sé su creyente y practicante, pero decía:
“La razón es hija de la imperfección. En los invertebrado todo está programado. Todo es perfecto. En nosotros no. Y como somos imperfectos tenemos que recurrir a la razón, a los valores éticos. Discernir entre el bien y el mal es el más alto grado de la evolución darviniana.”
Una opinión compatible con nuestra fe. Dios nos ha creado imperfectos, pero nos ha dado la conciencia, la razón, el amor… la libertad. ¡Qué regalo! Podemos amar, comprender, hacer de nuestra vida lo que queramos a pesar de nuestras limitaciones. Es cuestión de actitud ante lo que nos ha sido dado, poco o mucho, con uno o con cinco talentos…. Y luego viene el ‘destino último’, ya perfecto, en el cielo. Las hormigas no razonan, no aman, no sufren… pero tan bien programadas ¡son perfectas! De nuestras limitaciones puede salir algo hermoso. Prefiero ser persona humana, sufrir y amar, y no una hormiga
El imposible necesario
Julián Marías, reflexionando sobre la vida humana y constatando ese deseo innato de felicidad que hay en la persona humana, decía que “la felicidad es un imposible necesario”. Necesario como tendencia, como motor de la vida, aun sabiendo que nunca se conseguirá del todo. Añadía que esa tendencia podía incluso ser un indicio, no una prueba, del destino último, de la vida perdurable. El éxito no está en una vida corta o larga, sino una vida plena de sentido.
Después de leer la biografía de Héloïse, joven francesa fallecida a los 25 años, escribe una lectora:
“Es una biografía muy amena. Aunque trate del sufrimiento de una persona con una enfermedad incurable y sometida a todo tipo de tratamientos dolorosos, no es esto lo que destaca en esa vida. Es realmente su valor, su fe, su esperanza, su paciencia con lo que uno se queda.”
Héloïse fue feliz, siendo amigable, alegre, entregada a los demás a pesar de su tremenda enfermedad. Feliz por su actitud ante su vida limitada: feliz por su fe en su destino eterno. Muchas personas le ayudaron y ella ayudó -y sigue ayudando- a muchas. Nunca hubiera cambiado su vida imperfecta por la de una hormiga perfecta.
José María Salaverri sm, 22 de febrero de 2012 (Miércoles de ceniza)