jueves, 19 de enero de 2012

¿DÓNDE HAS COLOCADO A JESÚS? Meditación para cristianos tentados de desánimo

Puede parecer una pregunta un poco extraña. La repito personalizando: ¿dónde he colocado a Jesús en mi vida? ¿Delante, detrás, arriba, abajo? Esta ocurrencia me vino al leer aquello que dijo Juan Bautista a la gente: “Detrás de mi viene el que es más fuerte que yo…”. Me diréis que no tiene nada que ver. De acuerdo, pero me ha sugerido que eso de la ubicación del Señor es importante. Veamos un poco.


¿Delante?
Pienso que la mayoría ponemos a Jesús delante de nosotros. Por aquello de “El que quiera ser mi discípulo que tome su cruz y me siga”. Y procuro seguirle cumpliendo los mandamientos, procurando poner buena cara a los contratiempos, yendo fielmente a misa, cumpliendo mis ‘deberes de estado’, -el marido, la mujer, los hijos, los compromisos de mi Fraternidad o del grupo apostólico al que pertenezco, ayudando a mi prójimo necesitado en el que procuro verle a Él, etc…. Y si soy un consagrado mis votos, mi misión… Lo malo es que hay momentos en que me canso. Eso de sólo ver las espaldas de Cristo y su cruz… Estoy cansado, no veo mucho fruto, el mundo va mal, hay tanta gente mala… A esto ya lo llamaba Pío XII el ‘cansancio de los buenos’. Parece que vuelve ese virus…


¿Detrás?
¡Hombre!, detrás, lo que se dice detrás… pocas veces. En algún momento en que he podido ser oveja perdida. Pero, bueno, soy una oveja bastante tranquila. Tal vez demasiado.


¿Arriba?
Pues sí, a veces coloco al Señor arriba. Demasiado arriba. Y le digo que no le oigo. Que a ver si se ha olvidado de mí. Que ya está bien de tanto silencio… Cuando era más joven ¿no lo sentía más abajo? Ya sé que las nostalgias no sirven. Ya sé que hay que actualizar: ahora debo buscar la “infancia que no tiene edad”, como Teresa del Niño Jesús. O como decía Mounier reconquistar esa infancia (evangélica) contra los estragos del tiempo, de la edad o de los desengaños. ¿No será que con el tiempo ando con los oídos taponados? ¿No me había prometido leer un trozo de Evangelio cada día? Una buena fórmula la de Juan XXIII. “Dios sabe que existo y eso me basta”. Claro que eso es la culminación de la infancia que tiene edad.


¿Abajo?
¡Nunca! Lo de abajo nunca se me ocurre. Sólo cuando en el credo dominical se dice que Cristo “bajó a los infiernos”. Ya sé que no se refiere al infierno de los condenados, sino a toda la gente buena de antes de Cristo que ya se siente salvada por Él… De todos modos tal podría pensar en lo de abajo en otro sentido: que si estoy de pie, si vivo, si existo debe ser por Él. Por algo les dijo san Pablo a los atenienses que en el Dios que les predicaba “vivimos, nos movemos y existimos”.


¿No habrá otro lugar?
Todo eso es muy bonito, muy cierto, pero ¿no nos habremos olvidado del lugar principal de Cristo en nuestra vida? Es decir a mi lado. Más: dentro de mí. Los buenos poetas suelen tener un sexto sentido para intuir lo trascendente. Por ejemplo José María Souvirón (1904-1975) con este soneto que nos coloca al Señor en su verdadero sitio en nuestra vida:


Ando por mi camino, pasajero,
y a veces creo que voy sin compañía,
hasta que siento el paso que me guía,
al compás de mi andar de otro viajero.

No lo veo, pero está. Si voy ligero,
él apresura el paso; se diría
que quiere ir a mi lado todo el día,
invisible y seguro el compañero.

Al llegar a terreno solitario,
él me presta valor para que siga,
y si descanso, junto a mí reposa.

Y cuando hay que subir monte (Calvario
lo llama él), siento en su mano amiga
que me ayuda, una llaga dolorosa.



¿No dijo Jesús: “Vosotros sois mis amigos”? ¿No dijo : “Vendremos a él y haremos en él nuestra morada”? Se nos olvida demasiado. Está ahí ‘invisible, pero seguro’. En la soledad me da valor. Descansa junto a mí. Pero ¿y yo junto a él? ¡Ese sagrario tan solitario! Su ‘mano amiga con llaga dolorosa’ me ayuda en los trances de ‘subir monte’… Y hasta se nos cura la vista y vemos tantas cosas y personas buenas que sin Él pasan desapercibidas.


En mi afán de procurar ser seguidor fiel ¿no me habré olvidado de ser amigo? Del verdadero Amigo.


José María Salaverri sm, 14 de enero de 2012

viernes, 13 de enero de 2012

COMO MARÍA... sobre la Fe (IV)

María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2,19)
Palabras para meditar en vuestro corazón, al estilo de María.

La fe tiene que estar animada por la caridad. La fe no debe de estar en el espíritu como una luz, sino también en el corazón. Tiene que ser una inclinación del corazón que sea a la vez fe y amor de la verdad: hay que saborear lo que se cree. Por eso dice san Pablo que es la fe del corazón la que justifica (santifica)

(Guillermo-José Chaminade, 1827)