sábado, 29 de octubre de 2011

CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE

Cada domingo, al rezar el Credo, decimos: “Creo en la resurrección de la carne”. ¿Nos hemos parado alguna vez a pensar lo que eso significa?

Nuestro cuerpo ha de resucitar -mi cuerpo, el mío- ha de resucitar. ¡Qué misterio tan grande! Dignidad del cuerpo que en la muerte es depositado como ‘semilla’ corruptible. Semilla que un día nos dará uno incorruptible. Eso dice alguien bien ‘informado’, san Pablo (1 Cor. 15, 42). Seremos de nuevo revestidos de corporalidad, de un cuerpo nuevo en cierto modo conectado con el actual. Al estilo del de Jesús. La resurrección y ascensión de Cristo, la asunción de María en cuerpo y alma, son prendas, garantías, de esa verdad que afirmamos.

¿Cuándo y cómo tendrá lugar? Dejémoslo en manos del que nos ha creado, que de las piedras puede sacar hijos de Abrahán. Contentémonos con las afirmaciones del Señor: “Serán todos como hijos de Dios”. Mujeres y hombres, felices con Dios y con los demás hijos de Dios. Hombres y mujeres sí, con un cuerpo, pero Él sabrá cómo. Él ha inspirado a Pablo lo de la semilla que se deposita. Momento de la muerte, ese paso tan importante, en el que devolvemos a Dios ese cuerpo que un día nos regaló para ser lo que hemos sido, lo que somos y también ¡lo que seremos! “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que le aman”, insiste san Pablo. (1 Cor. 2, 9).

Un Pablo que sabe en quien ha puesto su confianza. “Sé de quien me he fiado… De nuestro Salvador, Cristo Jesús, que destruyó la muerte e hizo brillar la vida y la inmortalidad por medio del Evangelio” (2 Tim. 10-12).

También nosotros ponemos nuestra confianza en Él. Decía el beato Cardenal Newman que los discípulos de Emaús pasaron del “ver sin creer al creer sin ver” en el momento de la fracción del pan en la cena con Jesús. A nosotros, los que creemos sin ver, esta confianza nos tiene que estimular a aprovechar este tiempo de “creer sin ver”, pero iluminado por la fe, llenándolo de amor al Señor y al prójimo. ¡Qué poéticamente y con cuánta fe lo expresó en sus últimos años Ernestina de Champourcín (1905-1999) en estos versos inspirados!

“Me queda poco tiempo
con los ojos cerrados
para creer sin ver,
para ir caminando
a ciegas, deslumbrada 
-en este mundo opaco-,
por tu Verbo encendido.
Amar, creer en anchos
horizontes sin fin.
¡Qué divino regalo
el de esta vida a oscuras
para vivirla amando!          
No me abras los ojos,
hay un cielo más claro
para los que tantean
con su fe entre las manos.”                                                                                                                        


José María Salaverri sm, 24 de octubre de 2011

viernes, 14 de octubre de 2011

LA VIRGEN DEL PATIO

El 12 de octubre de 2011, después de la eucaristía, en presencia de muchas familias, se bendijo la nueva Virgen del patio del Colegio del Pilar de Valencia. El 13 se repitió la ceremonia para todos los alumnos reunidos ante la imagen en el patio. Me tocó bendecirla, tal vez porque algo más 50 de años antes me tocó bendecir la anterior. Así se lo expliqué:

“Hoy venimos a reanudar una tradición educativa marianista, que viene desde el padre Chaminade: la presencia de una imagen de María en los patios de toda obra educativa Marianista...
Mi Colegio de Vitoria tenía su Virgen de Lourdes que era lo primero con lo que nos encontrábamos apenas pasar la entrada. En San Sebastián en un rincón de la finca y visible desde todos los patios un gruta de Lourdes nos recordaba a nuestra Madre del cielo. En Valencia el viejo caserón de Conde Carlet tenía su gruta de Lourdes. Cuando se trasladó aquí, una preciosa Virgen de los Desamparados de varillas de hierro, presidía el patio desde la parte exterior de la capilla. Todos los actos colegiales oficiales se celebraban bajo su imagen… Es cierto que estaba expuesta a balonazos que ella soportaba cariñosamente. Pero estaba allí.
Las obras de la nueva capilla acabaron con ella…  con el peligro de no echarla de menos. Con motivo del 75 aniversario de la venida de los marianistas a Valencia, el asunto tomó cuerpo y la imagen de la Virgen va a estar de nuevo presente presidiendo el patio…
Cuando con motivo de la última Olimpiada nacional Marianista se puso en la fachada del polideportivo esa frase que un chico del Colegio dijo a un periodista del diario Las Provincias: “Este patio es mi casa”, esto nos hizo recordar que toda casa, que todo hogar tiene una madre.
¿Qué representa esta imagen que vamos a inaugurar y bendecir? Me gustaría que quedara bien claro. Es una ayuda exterior para tomar conciencia de la presencia invisible pero real de la Virgen María. Una presencia que nos toca actualizar.
No es una mera señal de identidad. Menos aún un “logo” tan de moda hoy. Esta imagen moderna, esbozada por el gran artista que es Luis Lonjedo, quiere ser un llamamiento: “Aquí, entre nosotros, hay alguien presente: María”. Jesús nos dice que donde 2 ó 3 están reunidos en su nombre allí está Él… y Ella también.
Para que esa presencia sea viva tiene que ser mutua. Os invito a todos a mirar a María y decirle algo desde vuestro corazón.

Papás y mamás, que venís a traer o recoger a vuestros hijos: una mirada y “María, te confío mi hija, mi hijo”.
Alumnos, al entrar, una mirada: “María te entrego mi día. Que yo sea hoy un digno hijo tuyo”. 
Deportistas que competís, una mirada: “María, ayúdame a dar lo mejor de mí mismo, a jugar limpio, a aceptar el resultado con deportividad.”
Profesores y profesoras, una mirada y “María, ayúdame a ser no sólo profesor que comparte conocimientos, sino que seamos ante todo educadores, y educadores cristianos con nuestros criterios y actitudes. Como tú, María”.
Encargados de la vigilancia de los patios, una mirada y “María, que mi presencia entre estos hijos tuyos, cree espontáneamente compañerismo, respeto, alegría, ganas de vivir, en una palabra espíritu de familia”.
Alumnos que abrís el bocata a mitad de mañana en el recreo. Una mirada y “María, gracias. Hay hijos tuyos que no tienen lo que tengo ¿qué haré hoy por ellos?”

Y pidámosle que desde su imagen María hable al corazón de algunos alumnos, les invite a seguirla y ser sus instrumentos como religiosos marianistas y que les ayude a responder con un sí generoso
Se trata de tomar conciencia de una presencia, invisible pero real. Y de un modo  u otro, cada día y muchas veces, le digamos todos:
Virgen del Pilar del patio de este Colegio que es mi casa, te quiero…
Te pido que con tu Hijo vivas en mi corazón.
Que María esté siempre en el horizonte del corazón de toda la comunidad educadora y educanda de este Colegio”.

En la bendición con los alumnos, un representante de cada grupo de personas, expresó las “miradas” en forma de petición.
José María Salaverri sm, 13 de octubre de 2011