viernes, 30 de septiembre de 2011

IR A LO ESENCIAL: Benedicto XVI en Alemania

(22-25 septiembre 2011)

¿Un viaje difícil?
Ya es un tópico decir que los viajes del Papa, de este Papa, son difíciles.  Y hasta parece que hay quien se complace en subrayarlo. A Alemania es difícil porque es  un viaje a la vez pastoral y de Estado, pues tiene que intervenir ante un Bundestag donde izquierda y verdes están en contra. Difícil porque se anuncia una ‘magna’ (¿?) manifestación en contra. Difícil por los lugares visitados, Berlín  y lugares donde hace unos años reinaba el comunismo; visita a Erfurt donde está en convento donde Lutero se hizo religioso. Difícil porque las religiones cristianas mayoritarias, tanto católica como protestante, están bajas de práctica y de fe. Difícil porque ciertos intelectuales católicos piden cambios estructurales… lo de siempre, sacerdocio femenino, sacerdotes casados, democratización, etc. Difícil porque todavía están en el ambiente los casos de abusos a menores. Difícil tal vez porque, según el dicho, “nadie es profeta en su tierra”. Pero es muy posible que esto último juegue a favor. En el fondo, lo digan o no, los alemanes están orgullosos de que un compatriota suyo sea la cabeza visible de la religión católica. Algo que les resarce de algún modo del vergonzoso pasado nazi…

Sorpresas
Como siempre también, Benedicto XVI ha afrontado el viaje pastoral con sencillez, fiado en el Señor y preparando todo desde la fe… y haciendo un llamamiento a la razón.
Cuando le informan que va a haber una manifestación en contra, sorprende diciendo que estamos en un país democrático y comprende que puede haber gente en contra y quiera mostrarlo. La famosa manifestación pasó casi desapercibida; según los organizadores hubo 15.000 personas y según la policía apenas 5000. Cifras que pasan a la prensa española: un periódico tuvo la honradez de poner las dos cifras, pero otro sólo publicó la primera…
En su discurso ante el Bundestag, del que se ausentaron en protesta algunos parlamentarios de izquierda y verdes, cuál no fue la sorpresa de todos cuando dedicó un buen párrafo a lo ecológico, a la defensa de la naturaleza, incluida la persona humana, claro está. Y añadió, con cierta picardía, que con eso no estaba haciendo propaganda para ningún partido… Al final aplaudió, en pie, hasta la izquierda.

Ante todo reavivar la fe
Su primera preocupación ha sido estimular a una comunidad católica que da la impresión de estar instalada y adormecida.
“La Iglesia no es una organización más en una sociedad democrática, sino el mismo Cuerpo de Cristo y pertenecer a ese Cuerpo constituye una decisión seria que cada uno debe tomar”
“El daño no lo provocan sus adversarios, sino los cristianos mediocres” 
“Los santos, aunque sean pocos cambian el mundo”
Este llamamiento lo ha ido repitiendo en todas las eucaristías que ha presidido y sobre todo ante el Comité Central de los Católicos Alemanes, en Friburgo el 24 de septiembre. Allí empezó citando un dicho de la beata Teresa de Calcuta. Cuando alguien le preguntó qué tiene que cambiar en la Iglesia, ella contestó: “Usted y yo”. Respondiendo a quienes dicen que la Iglesia se renovará cambiando ciertas estructuras, respondió muy claramente cuál es la misión de la Iglesia:
“Encuentra su sentido exclusivamente en el compromiso de ser instrumento de redención, de impregnar el mundo con la palabra de Dios y de transformarlo al introducirlo en la unión de amor con Dios… (…) Sin embargo también hay una tendencia contraria, la de una Iglesia que se acomoda a este mundo, llega a ser autosuficiente y se adapta a sus criterios. Entonces da una mayor importancia a la organización y a la institucionalización que a su vocación de apertura”.

Esta tentación ya la había señalado Juan Pablo II a los obispos alemanes. Por eso Benedicto XVI añade:
“Para corresponder a su verdadera tarea, la Iglesia debe una y otra vez hacer el esfuerzo de separarse de lo mundano del mundo.”

Tendiendo puentes
En Errfurt, tierra de Lutero, renovó su esperanza de seguir el camino difícil de la unidad, pero insistió en compartir lo más posible lo que nos une: la Sagrada Escritura, la oración, el amor a Jesucristo, la caridad, la ayuda a los más abandonados…
Con los ortodoxos, les alentó a buscar la plena unidad y defender juntos los valores esenciales del matrimonio, la familia, la vida… Y  les alentó a realizar pronto el Concilio Panortodoxo. Fue una idea que ellos emprendieron hace unos años para encontrar la unidad entre ellos, pero que se encuentra estancado por las desconfianzas mutuas entre Patriarcados y las iglesias autocéfalas.
Se reunió con los judíos, con los musulmanes, con alguna de las víctimas de los abusos… Sí, tendiendo puentes, priorizando lo que une más que lo que separa.

Humildad y santidad
Hay un párrafo al final de su discurso en Friburgo que me ha llamado la atención. Me da la impresión que ahí está la clave de la actuación de Benedicto XVI  cuando con toda sencillez une firmeza y  verdad,  fe y razón:
“La humildad que es una virtud que hoy no goza de gran estima, pero los discípulos del Señor saben que esa virtud es por decirlo así el aceite que hace fecundos los procesos de diálogo, fácil la celebración y cordial la unidad. Las personas humildes tienen los pies en la tierra. Pero sobre todo escuchan a Cristo, la palabra de Dios que renueva sin cesar a la Iglesia y a cada uno de sus miembros.”

Imposible glosar la hermosa vigilia que reunió a 35000 jóvenes en Friburgo en el atardecer del día 24. Una gran fiesta de la Luz. Su consigna a los jóvenes, ya insistida en las JMJ de Madrid,  sirve para todos:
“Tened la osadía de ser santos ardientes, en cuyos ojos y corazones reluzca el amor de Cristo llevando la luz al mundo”.

José María Salaverri sm, 26 septiembre 2011

lunes, 26 de septiembre de 2011

LA BANDERA LEVANTADA DE LA VIRGINIDAD

¿Algo desfasado hoy? ¿Algo imposible? No, algo absolutamente necesario para sanear nuestro tiempo.   

¿Una ocurrencia de san Ambrosio?

Levantar la bandera de la virginidad puede parecer hoy un gesto desfasado y aparentemente abocado al más absoluto fracaso. San Ambrosio escribió
“María levantó el estandarte de la virginidad y enalteció a Cristo, sagrada  bandera de la castidad perfecta”.

San Ambrosio escribe –o mejor dicho lo predica sin cansarse- en el siglo IV, siglo muy parecido a nuestro tiempo en más de un aspecto. En 313 el edicto de Milán ha dado oficialmente al cristianismo libertad de acción, pero no ha convertido las masas del paganismo decadente. Como dice san Agustín: “El Imperio está más turbado que cambiado”. Hay crisis en el matrimonio y en la familia, y desenfreno en lo sexual. Tertuliano (s.III), siempre cáustico y excesivo, escribía:
“El dinero que a vosotros (paganos) os divide, es para nosotros lazo de unión. Como estamos unidos con toda la sinceridad del alma, no vacilamos en poner nuestras bolsas a disposición de todos. Entre nosotros todo el común, menos las mujeres; entre vosotros, excepto las mujeres, nada hay común”.
En este ambiente el cristianismo presenta a María como bandera levantada de virginidad. Ella puede sanear el ambiente con su presencia silenciosa pero elocuente, de virgen y de madre. Comenta el mismo san Ambrosio:
“Tan grande fue su gracia que no solo conservó en sí misma la virginidad, sino que concedía este don a los que visitaba.”

El primer visitado fue José. Estoy convencido que el joven José se enamoró de María con la idea de compartir su vida y tener de ella  hijos que fueran “como ramos de olivo en torno a su mesa”. ¡Cual no sería su extrañeza al oírla hablar de su propósito de virginidad como sello de su preferencia absoluta por Dios!

Una urgencia para hoy

Comenta René Voillaume, fundador de los Hermanitos de Jesús, de inspiración de Carlos de Foucauld:
“José: he ahí un hombre que amó a la Virgen con un amor intenso, con una castidad muy pura… Es un gran misterio que pocos hombres están dispuestos a creer: que haya habido tan gran intimidad entre los dos durante años, conviviendo juntos en la vida familiar cotidiana, y con la más absoluta castidad”.

A través de lo siglos, María ha seguido siendo en la Iglesia bandera levantada que invita a la preferencia absoluta por Dios. Y el Señor ha seguido ofreciendo el don de la virginidad. En 20 siglos de cristianismo, siguiendo a María y a José, millones de personas han aceptado la nada fácil invitación. Y la gran mayoría, a pesar de lógicos fracasos, la han vivido gozosamente.

Juan Pablo II habló insistentemente de castidad y castidad consagrada. En África beatificó a Sor Anuarite, mártir de la virginidad.

Benedicto XVI, en sus palabras a las religiosas jóvenes, reunidas en El Escorial con motivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud, les deseaba
“Que la Virgen María sostenga y acompañe vuestra juventud consagrada, con el vivo deseo de que interpele, aliente e ilumine a todos los jóvenes”.

El Papa está convencido que la virginidad, vivida a imitación de María, sigue teniendo la virtud de salvar el amor y de purificar el ambiente de relajación sexual que degrada a la persona humana. En eso no hace más que practicar lo que san Ambrosio consideraba “como virtud del sacerdote: el arrojar la semilla de la pureza y fomentar los entusiasmos por la virginidad”.

¿Con qué frutos?

La mayor parte son invisibles, silenciosos: irán madurando. Otro visible y hasta espectacular: el lunes 22 de agosto se reunían 300.000 jóvenes  del Camino Neocatecumenal. En cierto momento Kilo Argüello pidió que los chicos que sintieran la vocación sacerdotal se levantaran. Más de 5000 se levantaron Y 3400 chicas para la vida religiosa. ¿Llegarán? En el silencio y el acompañamiento irán discerniendo la llamada.

Una lección para cada uno de nosotros –consagrados o seglares- hay que atreverse a proponer. Atreverse, ante los jóvenes de hoy que no son todos de ‘botellón’,  a hablar de castidad y también “levantar la bandera de la virginidad que levantó María y enalteció Cristo”.  Podemos y debemos ser los voceros del Señor que llama.

José María Salaverri sm, 12 de septiembre de 2011 (Santo Nombre de María)

domingo, 18 de septiembre de 2011

NO SE AVERGONZÓ DEL SEÑOR Santiago Gapp


Lo beatificó, como mártir, el Papa Juan Pablo II en 1996. Y asignó su fiesta al 13 de agosto, que este año ha coincidido con las Jornadas Mundiales de la Juventud. Pocos conocen su vida y es una pena.

Su vuelta a Dios, después de unas veleidades marxistas, y su vocación marianista se la debe a su madre. Ella nunca será  beatificada. Tampoco hace falta: su hijo es su gloria y su corona.  Escribí la historia de su vida atormentada, más interesante que una novela de aventuras. (“Santigo Gapp. Pasión por la verdad frente al nazismo”, Ed. PPC). 

Se acaba de publicar una “novela gráfica” basada en este libro, escrita por Pacosales y titulada “No callaré. La vida de Santiago Gapp” (Ediciones SM). Me pidieron un prólogo y he aquí lo que he escrito:

“Se llamó JAKOB, en español Santiago.
Como nació al día siguiente de la fiesta del apóstol Santiago
-25 de julio de 1897- le pusieron ese nombre. Acertaron.
A pesar de los casi 20 siglos que separaban a ambos coincidieron en lo esencial
A Santiago Apóstol lo mató un tirano, llamado Herodes.
A Santiago Gapp lo mató otro tirano, llamado Adolfo Hitler.
Y además por el mismo motivo:
“Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”, 
dijo el apóstol
y se negó a obedecer a una orden injusta:
le cortaron la cabeza. Corría el año 44.
Lo mismo dijo Gapp.
Y lo guillotinaron. Era el 13 de agosto de 1943.
Entre ambas fechas, y como ellos, y hasta hoy,
muchos han luchado, y hasta dado la vida,
por defender la libertad, la verdad, la justicia,
inspirados por su fe cristiana.
Esta historia de Jacob Santiago Gapp
quiere animarte a sumarte a ellos.”

En su sencillez este prólogo quiere ser un homenaje a los millones de cristianos que, desde el primer Santiago, han dado su vida por ser fieles a Cristo. Y un ejemplo para los jóvenes,  para que sepan afrontar el incruento martirio de ir a contracorriente en una sociedad que ha olvidado sus raíces cristianas. Y así cumplir la consigna que, al inicio de las J.M.J. de Madrid Benedicto XVI les ha dado: “Que nada ni nadie os quite la paz. No os avergoncéis del Señor.”…