Confieso que desde hace unos pocos años me siento muy incómodo con el Evangelio de la misa del miércoles de ceniza en la que se habla de no presumir como los fariseos. Estoy tentado de escribir a Roma a la Congregación para el Culto Divino que lo cambie o que, por lo menos, se ofrezca una alternativa. Y lo he dicho en mi homilía de este año y espero que nadie se haya escandalizado.
Se nos dice de no rezar en las calles y en las esquinas. No solamente nadie lo hace, sino ¿no nos da vergüenza hacer la señal de la cruz antes de comer en un restaurante?
Se nos dice de no presumir de dar limosna. También aquí veo que, gracias a Dios, somos discretos. Y en general somos bastante generosos con el dinero… ya lo vimos con Haití. Pero ¿con nuestro tiempo? Bastante menos.
Es posible que este Evangelio tuviera alguna incidencia en los años del (mal llamado) ‘nacionalcatolicismo’. Pero ¿hoy? Por eso propongo un cambio: leer unos versículos, también de San Mateo, pero de un capítulo anterior: Mateo 5, 14-16. Lo recuerdo:
“Vosotros sois la luz del mundo. No puede estar oculta una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
Da la impresión que Jesús había previsto la diversidad de los tiempos y de los lugares. Tiempos con la tentación de presumir. Tiempos con la tentación de escaquearse.
Y estamos –eso me parece– en tiempos de flojera, de cobardía, de complejo de inferioridad… No todo el mundo, claro, pero sí una buena parte de los que nos decimos católicos. Nuestra conversión -es decir nuestro mirar a los ojos de Jesús- tendría que ir por el camino de ser católicos “visibles”. Además de ayunar (y no sólo de comida), de tener más presencia del Señor (que eso es oración), de dar nuestra limosna material... ¡que se vea que existimos! Para que glorifiquemos al Padre, pero que se vea.
Que se nos vea hacer gestos cristianos. La oración al empezar a comer, aún en lugar público. Una señal de la cruz al emprender un viaje… No temer decir, con mucha amabilidad desde luego, pero bien clarito: ‘Gracias, pero hoy es viernes de cuaresma y no como carne’; “Pues sí, yo siempre voy a misa los domingos’; ‘Por favor le pido que no hable mal del Papa porque soy católico y me siento ofendido’, ‘Sí, yo pongo la cruz en la casilla de la Iglesia católica’, ‘Yo he firmado en contra de la ley del aborto’…
No estaría mal que el ayuno de TV, se tradujera en tiempo de leer algo de formación e información católica. Por ejemplo en los semanarios “Paraula”, “Alfa y Omega” o “L’osservatore romano” (en español), que por cierto resultan baratos.
Y también dar la limosna de “mi” tiempo: a personas enfermas o solas, a Cáritas, a una catequesis, unas horas de voluntariado… ¡Qué sé yo!
Y en mi trabajo -y en todo lugar- la honradez y la amabilidad. Porque el evangelio que he “criticado” tiene una cosa buena que sirve también para hoy. Nos dice que tenemos que estar siempre con buena cara, sonrientes… Paradójicamente eso es señal de cristianismo serio.
Que cada cual añada a estas sugerencias las que se le ocurran dadas las circunstancias familiares y públicas en que se encuentra.
Y además para mí, a ver si me animo a escribir al cardenal Antonio Cañizares, que es el prefecto de la Congregación para el Culto Divino, con esta propuesta. No sé lo que os parecería...
José María Salaverri, sm (20 de febrero de 2010)