viernes, 25 de febrero de 2011

PERO ¡QUÉ SUERTE TENEMOS!

Meditando en la fiesta del 22 de febrero

Desde hace muchos años celebro con alegría la fiesta litúrgica del 22 de febrero, la Cátedra de san Pedro en Roma. Es fiesta de san Pedro, pero bastante más. El 29 de junio celebramos la fiesta del ‘hombre’ Pedro, la fiesta personal del pescador de Galilea, hecho apóstol y cabeza de los apóstoles. El 22 de febrero celebramos más bien el ‘cargo’, o mejor dicho el “encargo” de Cristo a Pedro y sucesores. El encargo de confirmar a sus hermanos en la fe. Por eso en esa fecha recuerdo y rezo por el Papa que toca. Ya llevo seis en mi vida. Ahora por nuestro Benedicto XVI.

Los ‘poderes’ del Papa
En el libro entrevista “Luz del mundo”, dice Peter Seewald a Benedicto XVI: “Usted es ahora el papa más poderoso de todos los tiempos”… Se lo dice por las estadísticas: número de católicos, tantos países donde está la Iglesia… El papa le contesta con toda sencillez:

“…Tenía razón Stalin al decir que el papa no tiene divisiones ni puede comandar. Tampoco posee una gran empresa en la que todos los fieles de la Iglesia fuesen sus empleados o subordinados. En tal sentido, el papa es, por un lado, un hombre totalmente impotente. Por otro lado tiene una gran responsabilidad. En cierta medida es el jefe, el representante, y al mismo tiempo el responsable de que la fe, que mantiene unidos a todos los hombres, sea creída, que siga siendo viva y que permanezca intacta en su identidad. Pero sólo el mismo Señor tiene el poder de mantener a los hombres también en la fe.”     

Y en otro momento de la entrevista el mismo Papa se encarga de recordar lo que san Bernardo escribió al Papa de su tiempo. “Recuerda que no eres el sucesor del emperador Constantino, sino el sucesor de un pescador”.


“¡Ojalá los musulmanes tuviésemos un papa!”
Eso decía en un artículo que tuvo una gran resonancia el escritor egipcio Fahmi Hueidi. Se armó mucha polémica, pero sus argumentos eran de peso. Lo comentaba ampliamente en 1998, Amin Maalouf, premio Príncipe de Asturias. Analizaba en un artículo cómo los Papas han ido guiando lenta pero seguramente a la Iglesia durante 2000 años, a través de los avatares políticos, adaptándose a veces con tropezones, pero sin perder nunca su identidad. En cambio:

“Es legítimo lamentar que en ciertos momentos cruciales la sociedad musulmana no haya tenido una institución estable capaz de oponerse a la tiranía de los príncipes.
Ninguna autoridad incontestable puede decir, por ejemplo, si los talibanes afganos representan una visión justa o equivocada de la fe.
Pero no es demasiado tarde para ver nacer instituciones democráticas capaces de frenar los excesos del poder político, capaces de encauzar el retorno religioso, capaces de asegurar una apuesta decidida por la modernidad. En cualquier caso, si tantas personas en el mundo musulmán se sienten huérfanas, no sólo es  porque no tengan un Papa o un califa, sino sobre todo porque están privadas de libertad, de sus derechos más elementales, de cualquier perspectiva de futuro y porque todavía no han conseguido encontrar su puesto en este mundo en perpetuo movimiento.”

Estas palabras, escritas hace 12 años, parecen proféticas a la vista de lo que está aconteciendo ahora en los países del sur del Mediterráneo. Pero, sin un guía seguro ¿en qué manos caerá este momento de liberación?

El Espíritu Santo… ¡funciona!
Cuando reflexiono sobre los “papas de mi vida”, en los papas del siglo XX hasta ahora, ¡qué fácil es ver en filigrana la acción del Espíritu Santo! Todos esos papas han sido diferentes en su personalidad, en sus circunstancias. Todos han tenido sus limitaciones, pero todos, sin excepción, han sabido guiar a la Iglesia en los desafíos de su tiempo. Han sido a veces criticados, pero creo que el tiempo les ha dado la razón. Por ceñirnos a los dos últimos, y tal vez simplificando, Juan Pablo II nos lanzó a quitarnos complejos y a evangelizar. Benedicto XVI completa la obra pidiendo conversión, vida interior y santidad para esa tarea ineludible. Comentando la palabra de Jesús “Sed perfectos como mi Padre es perfecto”, Benedicto XVI recordaba una estupenda cita de san Juan Clímaco (575-649), muy actual también hoy:

Cuando todo el ser del hombre se ha, por decirlo así, mezclado con el amor de Dios, entonces el esplendor del alma se refleja también en el aspecto externo.”

Sí, ¡qué suerte tenemos como católicos! Pero ¿nos damos bastante cuenta? ¿Lo apreciamos de verdad? ¡A rezar por nuestro Papa! ¡A intentar la santidad! Nada más, pero nada menos.

José María Salaverri sm, 22 de febrero de 2011                                                                 



viernes, 11 de febrero de 2011

"OPTAR" POR CRISTO

En un pasillo de la casa de Ejercicios de Segorbe hay un “póster” con el rostro de un Cristo del Greco, y debajo una invitación: “Opta por Cristo”. Está claro que esa invitación a “optar por Cristo” es bienintencionada, una forma fuerte de hacer pensar. Pero, no sé por qué, no me gusta, me echa para atrás, me deja mal sabor de boca. ¿Por qué será?, me dije.
Poco a poco fue viniendo la luz.  ¿Puede Cristo ser una “opción”? Según el diccionario de la RAE, optar es “escoger una cosa entre varias”. ¿Puede ser Jesús una cosa, una persona, entre varias? ¿A la misma altura que otras? Aquel póster parecía un simple cartel electoral. Para colmo me venía en mente la figura de Pilatos, intentando que los judíos “optaran por Jesús”: “¿A quién queréis que os suelte: A Jesús llamado el Cristo o a Barrabás?”. ¡Bienintencionado Pilatos!  Pero le salió el tiro por la culata.
No se opta por Cristo. “No sois vosotros los que me habéis elegido. Soy yo quien os ha elegido”. Ante Jesús, toca reconocer humildemente esta realidad: no soy yo el protagonista, el que elige, el que opta.

¡Es única!...
Por si acaso no me habéis comprendido: jamás se me ha ocurrido preguntarle a un esposo  por qué ha “optado” por su esposa. Creo que se sentiría ofendido, y con razón. Él se ha enamorado de ella, y punto. Y si le insisto me dirá que descubrió tantos tesoros en ella que le pareció tan  “amable”, tan maravillosamente amable. En resumen que para él, su esposa es única. Y al ser “única” ya no hay opción que valga.
Lo mismo con Cristo, uno no opta por Cristo, él nos enamora. ¡Hay tantas maravillas en él! Es “el único”,  infinitamente amable: no hay “opción” posible. ¡Cómo no enamorarse de Él!

Una enfermedad llamada Jesús.
“Cada día Cristo me llama. Cada día me impide detenerme: su palabra y su ejemplo me arrancan de la tendencia instintiva que me retendría pegado a mí mismo, a mis costumbres, a mi egoísmo. Yo le pido que tenga conmigo la misericordia de no dejarme metido en mí mismo, sentado en mi tranquilidad egoísta. Y experimento la verdad de lo que dice Ibn Arabí: ‘Aquel cuya enfermedad se llama Jesús ya no puede curar’”. (Yves Congar - dominico, teólogo y cardenal).

lunes, 7 de febrero de 2011

LOS ROSTROS AMADOS

Hermanos, siempre que rezo por vosotros lo hago con gran alegría”, dice Pablo a los Filipenses

Es cierto. ¡Qué gozo ir repasando rostros amados al elevar el alma hacia el Señor! ¡Qué sensación de felicidad ir desgranando, con cada avemaría del rosario, los nombres de los que habitan en nuestro corazón! 
Vuestros nombres tan queridos…

Si nunca has probado este gozo, inténtalo. Repetirás.