sábado, 29 de enero de 2011

CINCO REFLEXIONES SOBRE LA SANTIDAD

Los recientes decretos de la Congregación de los Santos sobre Juan Pablo II y Faustino no son tan sólo un acto administrativo. Nos interpelan:

1. Pasmo
Sí, no os podéis imaginar el pasmo que sentí cuando vi la portada de PARAULA, el semanario diocesano de Valencia. Dos personas, en fotos grandes, se están como mirando: Faustino y Juan Pablo II. Un título: “Juan Pablo II a los altares…”, y debajo, siguiendo los puntos suspensivos, aunque en letra más pequeña pero bien visible: “y Faustino más cerca ya”. Me vino un escrúpulo: ¿no será esto excesivo? ¿No hay una distancia sideral entre ambos? En cierto sentido, sí. Por lo menos con criterios periodísticos y hasta humanos.
Le he dado vueltas a la ocurrencia. En la Iglesia, que es jerárquica, pero que es comunión, ambos están a un nivel semejante. Les une y hasta les iguala la ‘vocación’. A cada uno de ellos el Señor le pidió ocupar un puesto en el cuerpo místico, en el pueblo de Dios. Y ambos respondieron con generosidad. Hicieron lo que el Señor les pedía. Los dos igualados por practicar lo que técnicamente se llama en los procesos de canonización, “virtudes heroicas”. Cada uno en su puesto vivió su vida cristiana de modo sobresaliente. Cada uno según su edad, su estilo, en sus circunstancias…
           
2. ¿Son imitables?
Otra reflexión me ha venido estos días. Los ‘santos’ que la Iglesia propone a nuestra veneración ¿son imitables? ¿Es imitable Juan Pablo II?  Yo me contesto que no. ¿Es imitable Faustino? A primera vista parece más imitable, pero mirándolo de cerca me digo que no. Por la misma razón que hemos dicho antes: cada cual es cada cual y debe ser santo a su estilo.
Entonces ¿cuál es el papel de los “santos”? He puesto la palabra entre comillas para abarcar los santos ‘oficiales’ y los santos anónimos del 1 de noviembre que hemos podido conocer de algún modo -en carne y hueso o por lectura- en nuestra vida. Estoy convencido que los santos no quieren segundas ediciones. No habrá nunca otro Faustino 2. Ni un Juan Pablo II bis. Entonces ¿para qué están ahí?
Hacen algo muy importante: despiertan el santo dormido que todos llevamos dentro desde nuestro nacimiento y más desde nuestro bautismo. Haced la prueba: poned la palabra santo o santa delante de vuestro nombre y a ver qué os parece. Os parecerá raro, pero toca intentarlo… Aunque nadie se entere, la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, sale robustecida.

3. El ‘santo dormido en mí
Esto me lleva a otra reflexión. Si a Faustino le hubieran dicho en vida que le iban a nombrar “venerable” ¡lo que se hubiera reído! En su diario dice que quiere ser santo. Pero nunca se le ocurrió la posibilidad de ser “santo de altar”. Y si lo es un día (lleva camino), no lo va a ser para gloria suya, sino para que se vea que el Señor, fielmente seguido, puede hacer maravillas en nuestra pequeñez. Es decir que lo será para gloria de Dios y para animarnos a nosotros. Para que, como san Ignacio de Loyola al leer las vidas de san Francisco y santo Domingo, nos preguntemos: “Lo que estos y estas hicieron ¿porque no hacerlo yo?” Y a Ignacio se le despertó el santo dormido, completamente diferente de sus inspiradores.

4. No vamos solos
Hay una frase en “Libro de su vida” de santa Teresa que siempre me llamó la atención. Dice: “Si el que comienza se esfuerza con el favor de Dios a llegar a la cumbre de la perfección, creo jamás va solo al cielo, siempre lleva mucha gente tras sí. Como a buen capitán, le da Dios quien vaya en su compañía.” Faustino y Juan Pablo II no han ido solos al cielo. Han sido y son buenos capitanes; han llevado y llevarán mucha gente tras sí: aquellos en quien despertaron el santo dormido. El uno con más, el otro con menos, pero nunca solos. También a nosotros podemos, y nos toca, hacer de ‘capitanes’.

5.- Los anónimos
En el cielo hay santos y santas anónimos que han sido mucho más santos que muchos de los canonizados. Son los del 1 de noviembre. Han llevado siempre gente tras sí. Pobres y hasta ricos, padres y madres de familia, consagrados y consagradas, jóvenes y mayores, hombres y mujeres, mártires de todos los tiempos… Ninguno ha ido solo. Todos han llevado otros tras sí. Una multitud inmensa. ¡Alegrémonos! Hay más santos de lo que parece. Demos gracias a Dios. Y que cada uno de nosotros piense: “Hay personas que necesitan mi santidad. Por eso, yo ¡a ser santo del 1 de noviembre!”. Pero para eso, con la gracia de Dios, nos toca ayudarnos unos a otros. No lo olvidemos.


José María Salaverri sm (29 enero 2011)

domingo, 23 de enero de 2011

NOS AMÓ PRIMERO Y MÁS

Estos días le estoy dando muchas vueltas a algo que antes parecía evidente y que me da la impresión que hemos ido perdiendo poco a poco. Sencillamente es cuánto nos ha amado Dios. Teóricamente lo sabemos, pero me da la impresión que en nuestra pastoral insistimos mucho más y sobre todo en que tenemos nosotros que amar a Dios… y amar a Dios en los pobres sobre todo. Les presentamos necesidades, miserias, hambres, ignorancias y decimos: ¿qué haces tú para remediar esto? La respuesta suele ser dar dinero, y con mucha generosidad además. Y también ir de voluntario a Cáritas, o al Brasil un verano, o tantas cosas generosas que hacemos.  Está bien, pero ¿basta?

En el fondo, sin darse mucha cuenta, uno piensa: “Bueno, creo que con eso ya muestro que amo a Dios. Hago esto y esto y esto… Y además por los pobres como pedía Jesucristo”. Se me dirá ¿qué hay de malo en esto? Una sola cosa, pero preocupante: que nos sentimos muy satisfechos de lo que hemos hecho. Y además con la tentación de decir: “Y esos otros que no hacen nada… ¡no hay derecho!”. ¿Es malo estar contento de haber hecho algo bueno? No, parece lógico. ¿Es malo indignarse que haya gente que no se mueve? Parece que no… Pero si lo miramos de cerca esto se parece mucho a la oración del fariseo de la parábola. ¿No nos estamos mirando el ombligo?



¿No habrá un fallo en nuestra pastoral? ¿No habrá un enfoque equivocado en toda nuestra pastoral? Un enfoque que en la vocacional es fatal. Me explicaré.

Creo que lo primero que tiene que tener claro un cristiano es: ¡cuánto me ha amado Dios! Nos ha regalado y puesto en nuestras manos la creación. Ha enviado su hijo Jesús, nos ha regalado su Palabra hecha carne y sus palabras hechas evangelio. Ha dado su vida por mí; ha muerto por mí; se ha quedado en la Eucaristía expuesto a mis indiferencias. Nos ha regalado su Madre. Nos ha dado la Iglesia en la que vive y actúa su Espíritu. En resumen: nos ha amado primero y más.
Este es el asombro de un cristiano: ¡cuánto me ha amado el Señor! ¿Cómo no le voy a querer yo, y en mis hermanos como Él me lo pide? Entonces parece lógico hacer todo lo demás por Él. Y al hacer balance le diremos: “Mira, Señor, he estado trabajando para Cáritas, he sido catequista, estoy visitando a mi abuela que está sola… Ya sé que es poco en comparación con todo lo que me has dado, pero te lo ofrezco porque te quiero. Ayúdame a quererte más y a hacer más por Ti”.

Aparentemente el resultado es el mismo, pero ¡qué diferencia! Ya no estoy centrado en “mi” amor a Dios, sino en el amor de Dios por mí.
En pastoral vocacional esto es fundamental: dar la vida entero es algo serio. Es algo serio en el matrimonio como sacramento: doy mi vida a un hombre o a una mujer con el horizonte de un Dios que me ha amado infinitamente. Y lo mismo, o más, cuando me decido por dar mi vida a Dios a fondo perdido en la vida religiosa.
Cuando a Faustino se le pidió que pusiera por escrito sus motivos para ser marianista lo primero que escribe es esto:
“Creo que mi vocación es por amor a Dios, ganas infinitas de servirle lo mejor posible; ganas incluso si fuera necesario de morir por Él. ¿No ha muerto Él por nosotros? ¿Cómo no responder a este amor tan grande con otro amor de hombre pero enorme?”
Luego sigue con el servicio al prójimo…  Sin esta motivación primera y principal, todo deseo de hacer el bien, de ayudar al prójimo corre el peligro de desmoronarse con el tiempo, con las dificultades, con los desengaños….

Esta es la gran tradición católica. Esta es la base de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio que culminan en la meditación para alcanzar amor ¿Qué ha pasado para que se nos haya olvidado? Comprendo que no es fácil hacer caer en la cuenta a los jóvenes del amor inmenso que Dios les tiene. ¿El regalo de la Creación? ¡Pero si es nuestra, la dominamos! ¿El regalo de morir por nosotros? ¡Nos podría haber salvado de otro modo! ¿Nos ha salvado? ¡No vemos claro de qué! ¿La Iglesia? ¡Ya basta Jesús sin la Iglesia!

Los grandes regalos del amor de Dios quedan devaluados y como sin sentido. Todo este pensar está infiltrado casi inconscientemente en la mentalidad de hoy, incluso en los mejores, que lo compensan a base de un esfuerzo puramente moral a favor de los demás con un tiempo en una ONG o en lo que sea… y se sienten satisfechos. No está nada mal. Indica que sigue habiendo generosidad, pero ¿sabemos los educadores cristianos encauzar esa generosidad para darle el fundamento que le dará solidez y permanencia?
Mientras tanto ahí está Cristo, enseñándonos su corazón: “Este es el corazón que tanto ha amado a los hombres…” Sólo Él merece la entrega total e incondicional. Y a través de Él todo lo demás vendrá por añadidura.

José María Salaverri, sm (2 de junio de 2008, con motivo de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús)

miércoles, 19 de enero de 2011

FAUSTINO Y EL DEPORTE

Me imagino que los teólogos que han estudiado la vida y los escritos de Faustino Pérez-Manglano habrán sonreído al ver la de veces que en su “diario” aparece el fútbol. Cuando estaba sano le gustaba practicarlo, aunque sin sobresalir mucho. Y no creo que el Valencia CF haya tenido hinchas tan entusiastas como él.

“Nuestro equipo”
Empieza un sencillo diario el 14 de septiembre de 1960. Tiene 14 años casi recién cumplidos. Cada día en breves líneas apunta los pequeños avatares de un colegial adolescente. E17 de ese mes dice: “por la tarde fui al fútbol. Ganó nuestro equipo 1-0 al Bilbao”. “Nuestro equipo” es, claro está, el Valencia. El 8 de octubre: “Por la noche fui a ver el Valencia-Madrid que terminó 0-1. Mala suerte, merecimos ganar”. El 13 de noviembre de nuevo en Mestalla: “¡Qué lástima, perdió el  Valencia – Barcelona 0-2”. Luego “fuimos al bar Mundo con el tío Rafael. Estaban los árbitros y Garay, Gainza, Pasieguito, Pesudo, Goyo, Mestre. Me firmaron autógrafos”.
Anota también los resultados de los mini-partidos que juegan en los recreos con un entusiasmo desbordante: “nos ganaron 5-3 los de Letras”: eso el 14 de octubre. Él es de Ciencias. En cambio el 18 de octubre se desquitan: “Ganamos 5-3 a fútbol” y añade eufórico: “3 goles los metí yo”.

Enfermo
A partir de enero de 1961, enfermo de Hodgkin, le toca despedirse de1 deporte activo; ni fútbol, ni natación, que le entusiasma. Al monte -otra de sus aficiones- le permiten cuando está un poco mejor: “A Olba. En tren hasta Rubielos. Luego andando 14 km. Plantamos la tienda y dormimos genial” (24 abril 62). A Mestalla sigue yendo cuando puede. Y también cuando puede acompaña a los compañeros que van a competir…

“Nuestro equipo” es también el equipo nacional, del que es hincha y anota sus resultados. El 18 de mayo de 1961: “A las 8’30 vi en la tele el España-País de Gales. Empataron a un gol, lo marcó Guillot. Merecimos ganar al menos con un 3-1.”
Imposible señalar todo. Durante casi dos años el fútbol está presente junto con resultados escolares, libros leídos, películas vistas y lo que no falta nunca: el rosario que rezó y cuándo lo hizo... Sin consultar a nadie, con sus 10 años, había prometido a la Virgen rezarlo cada día y no solía fallar. Más tarde el diario se hace menos ‘diario’ y con asuntos más profundos. Pero no deja de ser entusiasta del deporte. Hasta el final. El 3 de marzo de 1963, ultimo día aquí en la tierra, le llevé la comunión. De pronto me pregunta: “Padre, ¿sabe usted si esta tarde televisan el partido del Valencia?” Y sin dejarme contestar añade: “¡Qué tonto soy, si no voy a poder verlo!” Pero sí que pudimos hablar ¡del cielo! Sí, él sabía que su enfermedad no tenía remedio y le di una serie de ‘encargos’ para el cielo. Con toda naturalidad me dijo que sí, que los haría. Uno de ellos consolar a sus padres. ¡Y lo hizo! Falleció ese día a las 11,15 de la noche.

Fútbol y vocación
El 15 de octubre de 1960, entre diversas anotaciones, desliza esta frase: “Hablé diez minutos con Cristo lo mismo de las misiones que del partido Zaragoza-Valencia”. Se ha comprometido, como congregante mariano, a rezar diez minutos al día. Podrá parecer una ingenuidad de un chico de 14 años. Sin embargo contiene una gran verdad. Si Cristo es nuestro amigo ¿de qué hablar? De lo que interesa a cada uno o a los dos. Está celebrándose la semana previa al Domund: es normal que le hable de los misioneros. Le gusta el fútbol, pues ¡le habla también de eso! Está visto que el Señor le conquistó, pues pocos días después “de pronto, en la cena, sentí que el Señor me llamaba a seguirle”. Pero le seguirán entusiasmando los deportes y sobre todo el fútbol.
En el mayo de 1961, la medicación parece haber hecho milagros. Se siente muy bien. Y en un fin de semana va a Zaragoza con sus padres. Se entusiasma en la Basílica del Pilar. Conservamos una estampa de aquel día. Detrás pone: “Virgen del Pilar te hago patrona de mi vocación”. En el diario apunta “Visité mi futura casa”, la de la casa de estudios de los jóvenes religiosos marianistas. Pero el 14 de mayo no pierde la ocasión: “Fuimos al campo de la Romareda a ver el desempate Valencia-Castellón. Ganamos 5-0”. Era el desempate del partido de Copa. No se habían inventado todavía las tandas de penaltis y había un tercer partido en campo neutral.

La armonía de la vida.
En Faustino llama la atención la serenidad, la madurez y la sencillez con que enfoca las cosas. No hay en su vida compartimentos estancos. No es por un lado estudiante, por otro deportista, por otro cristiano… Para él es normal entusiasmarse con el Valencia, es normal estudiar lo mejor posible, es normal hablar con Cristo (así nombra siempre a Jesús) y con la Virgen, es normal ser servicial con los compañeros, es normal querer a sus padres y hermanos… y es normal querer entregar su vida como misionero. Faustino goza con todo. Ve siempre el lado positivo de la vida. Es una vida iluminada desde lo Alto, desde Dios. ¿Cómo explicar sino esta explosión de gozo?
“Soy muy feliz. No sé lo que me pasa, pero gracias a Dios no conozco la desgracia y siempre soy feliz. Se siente algo por dentro de uno. Un amor tan enorme hacia Él que me ha llevado siempre tan de la mano, que no me ha dejado caer, ni una sola vez, en pecado mortal. No sé lo que son problemas. Gracias, Cristo, por darme este bienestar tan maravilloso. Te estoy muy agradecido”.
Y así hasta el final. Si le preguntan cómo está contesta: ¡Bien! Al verle con cara de sufrimiento e insistirle, me respondió: “es que depende del punto de vista. Cuando pienso que ahora hay otros que sufren más que yo no me puedo quejar”.

Sobresaliente
La Causa de beatificación de Faustino está en marcha. Un grupo de teólogos ha estado estudiando su vida. Y a esos buenos teólogos no les ha debido parecer mal esa afición deportiva. Al finalizar su estudio han concluido que, a su parecer, Faustino practicó las ‘virtudes heroicas’ que deben caracterizar a un futuro santo. En sencillo, que Faustino fue un chico que se mereció un sobresaliente en su vida cristina, en la que el fútbol tuvo su parte…  y positiva. Porque uno se hace santo a través de la vida de cada día.
¿Cómo es el cielo? Sólo puede ser Amor… De Dios, claro, y de todo lo que hemos amado en la tierra. ¿Seguirá Faustino amando su “equipo”? ¿Por qué no?  No sé si el Valencia CF lo nombrará patrono… al menos de los juveniles. Se lo merece.

José María Salaverri sm (20 diciembre 2010)

domingo, 16 de enero de 2011

FAUSTINO YA ES "VENERABLE"

Hoy es un día grande para toda la Familia Marianista... y hasta para cualquier cristiano. Nuestro Papa Benedicto XVI ha aprobado las virtudes heroicas de Faustino Pérez-Manglano, fallecido con solo 16 años y medio. El semanario PARAULA de la arquidiócesis de Valencia me ha pedido un artículo explicando el proceso. 

FAUSTINO “VENERABLE”
¿qué significa esto?
La palabra “venerable” nos da mucho respeto. La solemos aplicar a las personas con canas, mayores, ‘venerables’ por la sabiduría adquirida durante tantos años de una sana experiencia de la vida… Pero ¿a un chaval de dieciséis años y medio se le puede llamar ‘venerable’?

Matrícula de honor en vida cristiana…
El Papa Benedicto XVI aprobó, el 14 de enero de 2011, las virtudes heroicas de Faustino Pérez-Manglano Magro (1946-1963). Previamente, un grupo de nueve teólogos había estudiado sus escritos y los muchos testimonios sobre él. Su conclusión unánime fue: “Faustino ha practicado las virtudes cristianas de modo heroico”. Traduciéndolo al lenguaje corriente nos querían decir que Faustino se merecía una matrícula de honor en vida cristiana. Y eso sin dejar de ser un joven aficionado al fútbol, a la natación, al montañismo, a los deportes. Alegre, entusiasta, se le ocurrió a sus 14 años “Decir sí a todo lo bueno”, a lo humano y a lo divino. Amigo de sus amigos y amigo de Cristo y de María, que eran -como aquellos- una presencia habitual en su vida. Sus compañeros decían que era muy servicial. Tanto que él se sintió llamado por Cristo para ser marianista y misionero. No pudo, pues la enfermedad de Hodgkin acabó con su vida el 3 de marzo de 1963. Pero vivió su vida sonriendo siempre. “Era todo sonrisa”, dijo alguien de él. Ahora el Papa nos confirma que Faustino supo vivir con sentido común y naturalidad, y además con el don de sabiduría del Espíritu Santo, y que por lo tanto lo podemos llamar “Venerable”.

¿Un nuevo Domingo Savio?
Todo empezó a raíz de su muerte. Mons. Marcelino Olaechea, arzobispo de Valencia, leyó un breve escrito con rasgos de la vida de Faustino, testimonios, extractos de su diario… Se entusiasmó y, como buen educador salesiano, dijo: “¡Aquí tenemos un nuevo santo Domingo Savio!” (Domingo Savio era el joven discípulo de san Juan Bosco). Y aprobó una oración para pedir favores por intercesión de Faustino. Pero por una serie de circunstancias la Causa tardó en empezarse oficialmente. Uno de los motivos, la discusión entre teólogos sobre la posible santidad canonizable de niños y jóvenes. Pablo VI nombró una comisión de expertos para estudiar la cuestión. Terminaron su estudio ya bajo Juan Pablo II. La conclusión era clara: el Concilio Vaticano II había declarado que la santidad tenía que ser la meta de todo bautizado. También niños y adolescentes, fallecidos prematuramente, pueden acceder a la santidad oficial si han amado a Dios y al prójimo, de modo sobresaliente, según su edad, a su estilo y en sus circunstancias.
           
Un estudio minucioso
Mons. Miguel Roca Cabanellas, arzobispo de Valencia, se entusiasmó cuando se le propuso iniciar el proceso diocesano en vista a la beatificación. Confesó que la lectura de la vida de Faustino le había conmovido hasta las lágrimas al recordar algún episodio de su propia juventud. Pidió trasladar los restos de Faustino a la capilla del Colegio del Pilar de Valencia, y quiso presidir personalmente la ceremonia el 11 de abril de 1986. El 17 de octubre del mismo año, él mismo presidió la apertura del proceso. Con esto ya se ganó Faustino su primer título oficial “siervo de Dios”.
Durante cuatro años fueron desfilando testigos para declarar ante el tribunal diocesano: familiares, profesores, compañeros, personas que le habían conocido. Se recogieron todos sus escritos. Se hicieron dos estudios teológicos… Y el 14 de diciembre, de nuevo mons. Roca presidió la ceremonia de clausura. Se sellaron varios paquetes con toda la información recibida y se envió todo a la Congregación para las Causas de los Santos del Vaticano. El padre Enrique Torres, postulador de las causas marianistas, bajo la dirección de mons. Gutiérrez, estudió toda la documentación para comprobar si de verdad podía tratarse de una auténtica santidad canonizable. Con todos esos estudios y documentación se imprimió un volumen  de más de 700 páginas, llamado ‘Positio’. En el año 2009 nueve teólogos dieron su parecer por escrito. Una comisión de cardenales y obispos, cuyo ponente ha sido mons Edmund Farah, arzobispo oriental maronita, volvió a estudiar todo el proceso y ha dado su aprobación que acaba de ratificar el Papa Benedicto XVI. Pronto saldrá el decreto correspondiente que confiera la venerabilidad que Faustino con toda sencillez se ganó con su vida. ¡Lo que se hubiera ‘pitorreado’ (con perdón) si le hubieran dicho en vida que un día sería nada menos que “Venerable”!

Y ahora ¿qué?
Durante todos estos años Faustino ha ido conquistando las personas que han conocido su vida. Existen biografías de él en once idiomas. Su biografía “Tal vez me hable Dios” (PPC) va por la décima edición. Más de 180.000 ejemplares de libros y folletos sobre Faustino se han derramado por los países más diversos. Últimamente el padre Enrique Torres ha publicado “Diario y otros escritos” de Faustino, con prólogo de mons. Carlos Osoro, arzobispo de Valencia. Una excelente edición crítica de unos escritos en que el entusiasmo por su Valencia CF alterna con unas muestras increíbles de amor a Cristo y a María.
Cientos de cartas atestiguan el bien que hace. Favores materiales de todo tipo. Hay vocaciones de consagrados a Dios ayudadas por él: prometió hacerlo desde el cielo ya que él no podía. Pero sobre todo, cuando a través de la lectura de su vida, se cuela en el alma de alguien, despierta el santo dormido que todos llevamos dentro, y dan ganas de ser mejor.

¿Recibirá pronto su tercer título, el de “Beato”, antesala del cuarto, “Santo”? Sería el santo más joven de la Comunidad Valenciana. Para cada uno de estos dos títulos hace falta un milagro demostrado. Estoy convencido que ya ha hecho varios, pero ha sido imposible demostrarlos. Ya llegará alguno… si seguimos pidiendo con fe. Pero lo que me parece más importante es que siga contagiando ganas de ser mejores cristianos. Y eso depende mucho de todos. Todos podemos ser “manos” de Faustino, dando a conocer su vida alrededor nuestro. Su ejemplo es semilla de vida cristiana auténtica.

José María Salaverri sm (15 de enero de 2011)

domingo, 9 de enero de 2011

YO... ¿TEÓLOGO?

Confieso que me siento incómodo cuando veo que alguien firma un artículo añadiendo, detrás de su nombre, el título de ‘filósofo’ o de ‘teólogo’. Me parece que un título de licenciado en filosofía o en teología no es suficiente para semejante pretensión. Se me ocurre que eso hay que dejarlo a los que son de verdad ‘creadores’… y que, por cierto, no suelen presumir mucho de sus títulos.

UNA OCURRENCIA DE NUESTRO PAPA
Pues bien, nuestro buen Papa Benedicto XVI, que siempre nos reserva alguna sorpresa, nos acaba de decir que cualquier cristiano, “cualquiera que ama a Dios se siente  impulsado a convertirse en cierto modo en teólogo…” Y esto se lo ha dicho a los 30 sabios teólogos de la Comisión Teológica Internacional reunidos del 29 de noviembre al 3 de diciembre.
¿Había usted oído hablar de ellos? Me imagino que muchos cristianos ni siquiera saben que eso existe. Bueno, pues se lo ha dicho a 30 personas, que se supone son los mejores teólogos, escogidos por cinco años, de todos los países, con el encargo de estudiar cuestiones que les propone la Santa Sede para esclarecer algunos puntos doctrinales de importancia.
Pero entonces ¿usted y yo, cualquier cristiano que sienta amor de Dios, podemos ser ‘teólogos’? Benedicto XVI nos explica qué tipo de teólogo podemos ser: “uno que habla con Dios, que piensa sobre Dios y que intenta pensar con Dios”. ¿No es eso lo que todo cristiano consciente tiene que hacer?

¿YO TEÓLOGO?
Todo esto me ha puesto a soñar. Entonces, María con su Magnificat ¿fue teóloga? Y he  recordado a santa Teresa del Niño Jesús, fallecida a los 24 años. Escribió la “Historia de un alma”, por la cual ninguna facultad de teología le habría dado el menor título. Ahora es nada menos que doctora de la Iglesia, pues ha revolucionado la espiritualidad con sus sencillas reflexiones. Y me venía a la mente Teresa de Jesús, que tanto bien ha hecho, y sigue haciendo, con sus obras. Muchos teólogos de su tiempo las examinaron y las aprobaron, pero nunca se le ocurrió a la Universidad de Salamanca otorgarle un doctorado, ni siquiera “honoris causa” (me parece que eso no existía en aquellos tiempos). Ahora es doctora de la Iglesia… Y ambas Teresas siguen ejerciendo con esos sus escritos tan espontáneos.
Se me ocurre que, guardando las distancias, es a este tipo de teología a la que nos invita el Papa. Por ejemplo, la del papá y la mamá que, desde el fondo de su corazón, explican a sus niños pequeños las verdades de la fe y del amor de Dios. Son “teólogos” que se ignoran. Que conste que no es tan fácil iniciar en la fe a niños pequeños. Y no se debe contestar cualquier cosa a sus aparentemente ingenuas preguntas. Gracias a todos estos ‘teólogos’ y ‘teólogas’ sin título, la fe se ha ido transmitiendo de generación en generación.

LAS DOS CLASES DE TEÓLOGOS SON NECESARIAS
Evidentemente la Iglesia  necesita teólogos profesionales. Y a ellos se dirigió el Papa, recordándoles…
“…el trabajo profesional de teólogo es para algunos una vocación de gran responsabilidad ante Cristo, ante la Iglesia. Poder estudiar profesionalmente a Dios mismo y poder hablar de eso, enseñar lo que se ha contemplado, como decía santo Tomás de Aquino, es un gran privilegio.”
Aquí está la clave que une a ambas clases de teólogos: “haber contemplado”, es decir haber estado con humildad ante el Señor y su Palabra, rezando, pidiendo la luz del Espíritu Santo. La teología se aprende de rodillas. Y sin componendas. San Ignacio de Antioquia, allá al inicio del siglo II, escribía a los cristianos de Roma: “No vayáis a hablar de Jesucristo y a la vez desear lo del mundo”.

TODO UN PROGRAMA
En “Luz del Mundo”, el interesantísimo libro-entrevista de Peter Seewald, Benedicto XVI deja caer estas sencillas palabras que son todo un programa:
“Se trata de captar el dramatismo del tiempo, seguir sosteniendo en él la palabra de Dios y dar al mismo tiempo al cristianismo aquella sencillez y profundidad sin la cual no se puede actuar.”
“Dramatismo del tiempo… Sencillez y profundidad”… ¿Quién lo hará? Se me ocurre que hay tarea para todos los ‘teólogos’ de la nueva evangelización. Para los profesionales desde luego… Y para los miles de ‘teólogos’ chiquitos que en la oración contemplan el “dramatismo” de quienes tienen alrededor y que, con la “sencillez y profundidad” que da la ayuda del Espíritu Santo, procuran poner en práctica “la palabra de Dios”.
                                                           
José María Salaverri sm (8 de diciembre de 2010)