Esta vez voy a hacer propaganda… ¡nada menos que de chocolate! Por favor, que nadie se asuste. No me he vendido a nadie. Se acerca el Adviento, ese tiempo tan estupendo de espera gozosa del mayor acontecimiento de la Historia del mundo. Nada menos que nuestro Creador, en su segunda persona, se hace hombre con todas las consecuencias. Para estarnos cercano a nosotros. ¡Es Navidad! ¡Jesús recién nacido! ¡Alegría!
Pero la Iglesia que es sabia nos dice que para eso hay que preparar el corazón. Y eso sólo se consigue despacio. Los encuentros, para disfrutarlos de verdad, hay que desearlos, prepararlos, saborearlos. Y la Iglesia inventó el Adviento.
Pero a nuestro tiempo, que vive tan acelerado, no le gusta esperar. Que entre el deseo y su realización se suprima la espera. El ideal es darle a un botón y ¡zas! ya tengo lo deseado. Esto para ciertas cosas es un buen invento, pero muy malo para todo lo relacionado con el amor y el corazón. A la larga resulta frustrante. Y además impide disfrutar de ese tiempo maravilloso en que el corazón se ilusiona ‘con lo que va a llegar’. Hay un gozo muy profundo en toda espera esperanzada. Por eso me irrita que me vengan ¡al principio de noviembre! con la monserga de que “¡ya es Navidad en…” no sé qué comercio!
A Lolita, dos años y medio, le regalaron un ‘Calendario de Navidad’. Una amplia caja con una representación grande del Portal de Belén en que están todos los protagonistas del suceso: María y José, pastores, magos, ángeles y la estrella… rodeando al Niño Jesús. La imagen tiene una particularidad: se pueden abrir 25 ventanas que ofrecen un chocolatito. Cada día uno durante 25 días. Pero dejo la palabra a los papás de Lolita:
“Desde el principio le explicamos a Lola que cada día, después de cenar, abriríamos una sola ventana de ese portal. El procedimiento siempre ha sido el mismo: ella elige qué ventana abrir (el día de antes ya tiene pensada cuál abrirá al día siguiente, y ¡siempre se acuerda!). Después rezamos un Padre Nuestro y un "Jesusito de mi vida".Y fundamental, recordamos por qué estamos haciendo este gesto: para celebrar que dentro de poco va a nacer el niño Jesús. Después de rezar come la chocolatina.
Hay dos cosas curiosas en esto: una, con lo primero que nos topamos, fue que el primer día enseguida quería abrir todas las ventanitas y sacar todas las chocolatinas. Le explicamos que no, que lo importante era abrir solo una cada día, porque había que ESPERAR, pues aún quedaban varios días para que Jesús naciera. Por suerte lo entendió muy bien y ya nunca más quiso abrir más de una ventana.
La otra cosa curiosa ha sido su manera de referirse a este gesto (y a veces
Hay dos cosas curiosas en esto: una, con lo primero que nos topamos, fue que el primer día enseguida quería abrir todas las ventanitas y sacar todas las chocolatinas. Le explicamos que no, que lo importante era abrir solo una cada día, porque había que ESPERAR, pues aún quedaban varios días para que Jesús naciera. Por suerte lo entendió muy bien y ya nunca más quiso abrir más de una ventana.
La otra cosa curiosa ha sido su manera de referirse a este gesto (y a veces
incluso recordárnoslo a nosotros si se nos olvidaba). Lo llamaba de dos modos: o bien "el chocolate de Adviento", o sobre todo "el chocolate de rezar".
Tendríamos que desarrollar toda una pedagogía de la espera. Esto que relato puede ser una pequeña muestra. Una manera sencilla, entre otras, de enseñar a niños pequeños a esperar y a ‘saborear’ la llegada del Señor.
Este Calendario de Navidad puede encontrarse en Mercadona. (Como tienen prisa los han sacado ya; si lo compramos guardémoslo hasta el 1 de diciembre). Pero ¡cuidado! existe en dos versiones: con la imagen del Belén o con la de papá Noel. No aceptemos este último. No contribuyamos a opacar el acontecimiento de Navidad con papá Noel, ni la fiesta de Todos los Santos con las calabazas de Halloween. El año pasado los calendarios “de Belén” de Mercadona se agotaron pronto. Es de esperar que este año hayan hecho más de los del Niño que de los del señor gordinflón. Apoyemos lo cristiano. El comercio, por desgracia, sólo suele entender de ‘resultados’. Y esto depende de nosotros los consumidores, con fino olfato cristiano. Se me dirá que no importa mucho, que es una pequeñez. Pero las costumbres entran poco a poco en la sociedad a base de pequeñeces. Y a base de estas pequeñeces nos están creando un medio ambiente paganizante. A través de nuestros pequeños gestos podemos –y debemos- seguir evangelizando. Recordando que todo un Dios se hizo nuestro compañero de camino. Y esto lo tienen que saber las nuevas generaciones desde muy pequeños. Con la ayuda del Espíritu Santo nos toca ser más listos que los hijos de las tinieblas. Se puede.
(1 de noviembre de 2010)